Un tema de debate recurrente no sólo en el mundo de la educación, sino también en la vida cotidiana, es a quién compite la responsabilidad de educar a las nuevas generaciones.
Es posible que parte del conflicto resida en definir exactamente qué entendemos por educar, y cuál es exactamente el concepto de educación que tenemos en nuestra sociedad. Es evidente que la idea no sólo incluye la transmisión de conocimientos explícitos, como el currículum clásico estudiado en las escuelas, sino también la educación en habilidades básicas como la organización y el trabajo en equipo. Y más allá de esto, muchos son partidarios de que una correcta educación incluye también la adquisición de valores morales como la honestidad o la integridad, indispensables para la vida en sociedad.
Pero en este caso, ¿a quién compite la responsabilidad de educar? ¿Se reduce a los llamados educadores, los maestros y pedagogos? Muchas personas y expertos en el tema opinan que toda buena educación parte del propio hogar, y son los padres los que deberían cementar las bases de una correcta educación. Así, serían los maestros los encargados de transmitir la información curricular, como las matemáticas o los idiomas, pero la transmisión de las creencias, ideas, valores o normas sociales recaería tanto en estos como en los padres y el entorno de cada niño.
Otro tema aparte es si la sociedad, en su colectivo, debería formar parte también de la educación de los pequeños, y en qué medida. Diferentes culturas han encontrado soluciones y respuestas diversas a estas cuestiones.